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lunes, 1 de septiembre de 2014

Cuentan qué...





Debo advertir que éste es el peor cuento que hasta hoy haya escrito. Habrá quien me entienda. Y es tan malo que me pone en un conflicto, le quiero pero además no se que hacer con él... Es un poco largo pero tampoco lo es para tanto.









Cuentan qué...



...Vivía encerrado en el silencio sin permitir que el ruido circundante le aturdiera. Ruido tan primitivo que aún permanecía inaudible. El ruido sin sentido ni dirección, es caos peligroso. Así que, para contenerlo, permanecía inmóvil en su crisálida taciturna, colgado de ramales inimaginables sin tiempo ni peso ni forma, un gajo en el fruto de las eternidades.

Estaba ..sin pensar.

De alguna manera, ese ruido insurrecto, consiguió penetrar la fortaleza...
-Mientras más largo es el silencio más la energía que acumula, pensaba en su sosegado embrión. Sin darse cuenta, aquel primer alumbrón, ruido silencioso, conspirador; llevaba en sí, la trapisonda de la creación que rompía en consonancia, dando paso al fragor...

Sonríe, el flash…

Todo sonido se encarrera como empujado por una imagen y toda imagen converge en el recorrido que un sonido lleva desde el pabellón hasta el pabellón…

¡Fusilarle! Ha roto con el silencio...

Entonces sucedió. Sin explicar cómo, cuentan que salió del capullo a caminar en la nada. En la fase comatosa del tiempo. Como monje de futuros templos que en sus misterios, terminarían un día por volverse antiguos junto a la práctica de aprender a dar pasos silentes, al caminar sobre papel de arroz sin romperlo.

Roto el voto de silencio el cielo nocturno se llenó de arrocitos en un estornudo. Y, al igual que una luz tenue es un sol en la absoluta obscuridad, el primer sonido de la historia fue un estruendo que se alargó en un sin fin de ooooooooooooooo... Como túneles vacíos formando universos.

-Pactar con el nahual del arroz y de los aguales que le sustentan. La nada estaba caliente, cocinándose en el horno de la creación, con relleno de arroz...
Suspiró. -Aguales montados sobre cometas...

El arroz creció iluminando la nada. No se sabe de dónde brotó. Un día asomó y ya era conciencia. Nació en silencio. Con el entendimiento de las cosas, también nacieron las diferencias. Llegó, haciéndose llamar conciencia.

Fue entonces llamado Labriegastro...

Manojitos que antes eran Manojos. Manojos que habían sido puñados. Como desprendiendo maíz de la mazorca y separando los granos en montoncitos de diez en diez medidas, de cinco en cinco, y de uno en uno... Granos que las polillas etéreas iban comiendo, digiriendo y convirtiendo en polvo para hacerlos ínfimos promontorios de tiempo. La conciencia le dio a las eras el nombre. Nombre de tiempo le dio. Contándola en puños de veinte en veinte. La explicó a secretitos en el corazón de la nueva bestia, la que gracias a los aguales y mucho después del arroz, apareció diciéndose llamar Hombre que como pudo entendió el concepto y lo fue puliendo. Criatura que todo lo hizo suyo. Desde que se dio cuenta que ya tenía conciencia. Todo su entorno a merced de sus caprichos. Desde que se dio cuenta que todo era maleable y dúctil como la arcilla. Todos sus sufrimientos y sus luchas. Todos sus sueños y proezas. Desde que se dio cuenta de la dimensión de los sentimientos. Todos los creadores. Todos los imaginados e imaginarios. Desde que se dio cuenta de su vulnerabilidad. Todos los aparecidos y desaparecidos. Desde que se dio cuenta de cómo asustar. Todas las incógnitas. Desde que se dio cuenta que no hay dos almas iguales. Todas las vastedades. Todos los caminos. Desde que se dio cuenta del horizonte. Todas las historias. Todos los mitos. Todos los temores. Desde que se dio cuenta que hay un más allá. Todos los despertares, todos los anocheceres. Desde que se dio cuenta que un escarabajo empuja al Sol. Todas las vigilias. Desde que se dio cuenta de otras realidades. Todos los padres, todos los vástagos, todos los parentescos. Todos, todos, todos. Hasta todos los nombres. Todos para uno y... Sólo lo propio dejó de ser para todos. Desde que se dio cuenta del tiempo.

Así, fue llamado Labriegastro...

Porque de su silencio nacieron los astros y de ellos una gran mariposa de luces. Astros que celan misterios. Así lo entendieron los bedeles de la conciencia. Fue el hombre (que vino al mundo como quien dice ciego), quien le bautizó con ese nombre en su incapacidad de alcanzar a ver la verdad; cuando una noche sorprendido, intimidado, sintiéndose inerme al ver aquella grandeza, cerró la boca para tragarse el hallazgo. Haber descubierto un cielo plagado de estrellas. Siendo tal la impresión que no alcanzó a digerir el bocado de conocimiento. Estrellas que como luceros fugaces entraron en sus almas a través de los ojos, ventanas por donde todo entra y todo se escapa. Los ojos son la atmósfera de la conciencia. Estrellas que siempre le acompañaron aún antes de conjeturar y que en su fulgor, eran confundidas con un parpadeo o con una boquita que intentaba decir algo.

Labriegastro! Fue el nombre que escucharon desprenderse de esas bocas afásicas que durante sus noches compartidas, en vela, intentaban decir algo. Casi como en clave morse. Labriegastro! Labriegastro! Labriegastro! Labriegastro! Labriegastro! Repitiendo y repitiendo hasta el día de hoy, mencionándolo como canto de los tiempos, entre profecía y profecía. Labriegastro, el labriego de los astros.
La consciencia se mordía los labios al ver la ineficacia de sus lenguajes; imágenes, antes de ser sonido.

...Las imágenes suelen tener el defecto de ir acompañadas de imaginaciones.

Su poesía no es cosa de hombres, su política dejó de serlo para convertirse en acción. Por tal razón no fue llamado ni Poetastro ni Politicastro. De enterarse que ya tenía nombre, quizás congenie con su historia. Más, cuando nació el sexto de sus hijos, de un golpazo pulverizó varios puños de astros que tenía por manos. Soltó escombros que fueron a dar por todas partes como proyectiles y fuegos artificiales causando gran pandemonio en la inmensidad de sus dominios, un campo sin principio ni fin. Cueva inmensa de brillantísimas joyas sin precio. Orden recién establecido. Joven universo de muchos millones y millones de tiempos. Cuando el hombre aún no había aparecido. -Los niños escuchaban atentos.

Se incorporó, y de los escombros formó los anillos que coronan desde entonces al sexto de sus engendros. Mientras lo coronaba, apretaba los dientes, arremetía contra sus mandíbulas, miraba hacia arriba como profetizando en la aparición de un cielo venidero que para entonces no era más que la nada, nada que nada en la nada. Un vacío tan vacío que empezó a chuparlo todo para empezar a llenarse. Tal fue su enfado que sus ojos perdieron pigmento quedando azules como ese cielo viajero de milenios, que pinta un camino de luz durante el día y otro de obscuridad por la noche. Volvía a apretar los dientes, una tronadera de chispas salía del carbón de la noche, disparadas a caminar por esos campos de la inmensa nada, inmensidad que empezó a ser plagada de astros y más nada, de incertidumbre y nada más, de más nada que la nada inmensa que a pesar de llenar y llenar termina siempre siendo nada. Donde las conjeturas nadan en la nada. Nada porque la conciencia lo sabe todo pero nada revela, a no ser gotas extraídas del mar de los misterios. Por tal razón es nada que nada en la nada. Y de ahí, sólo la creación, ...navegante.

Así las chispas se fueron enfriando y creciendo para formar cometas provistos de la saliva eterna.

Algo más que algo debió ser aquello...

Un no sé qué, que atrae multitudes y multitudes de multitudes, como plagas que arriban sin dar aviso.

A dar a los confines fueron los cometas. A revotar en la nada invisible que en realidad tiene algo.

Algo más que algo.

Como cosa de locos, fueron y vinieron, a engendrar hombres, bestias. Flora y fauna. Un hermafroditismo tridecasílabo que evidencia la vida, la recicla, la transforma. Se hizo el primero de los conjuros:

...Dulce y amargo su beso de melancolía
Abre camino por la eternidad viajera
Fuerza maleable que en el universo impera
Es por amor que nunca muere la noche o el día...

Labriegastro que miraba a través del principio y el fin, dejando a su entendimiento nada oculto, anticipándose, vio a los futuros hombres celebrar rituales con flautas y tambores, para callar el llanto de los niños que iban a ser sacrificados en tributo de su sexto engendro.

Por eso rompió en chispas de ira y pulverizó un puñado de astros...

Nuevamente la conciencia quedaba impotente. El lenguaje de imágenes debería ser entendido por la totalidad, aún así resultaba casi ininteligible, incognoscible. Casi insondable. Burlescamente sibilino. El nuevo hombre, el hombre nuevo, al discernir en que su creación fue la consecuencia de un evento caótico, se atemorizó de tal manera que adelantándose a su destino (porque hasta al destino hizo suyo), decidió pagar tributo al sexto engendro, a aquel que devora a sus hijos y tiene la corona de anillos, ofreciéndole infantes que recién llegaban al mundo. Puros. Limpios. Pensaban que de no hacerlo, el mundo acabaría.

De conjuro en conjuro se fue formando la historia...

Figurante y engañosa es esta quimera
Del sueño extraviado que va y viene latente
Castidad varada del triste sueño espera
Trompeta de gélida muerte es aferente

Acostaron al ocho para solapar aquello que todo está en los designios del infinito: -Émulo a la profecía que habla del hijo que destrona al padre.

Un evento recae en otro...

Y, para opacar aquel aciago suceso, en medio de la destrucción, dio desahogo a la vida, la anchura necesaria; enquistándola, junto con la conciencia, en el cogollo de las bestias que en su momento, llegaría a entender la grandeza de los cielos en medio de sus propias confusiones y contradicciones, puestas con ese propósito.

...Cubierta por ceras de azul capullo
Resguardo de muchas vidas tu seno
Incondicional muestra tu amor pleno
Ofreces a manos llenas tu arrullo...

...Y dicho así, la ubicó tercera en la fila de ocho a la que sería cuna de la raza humana. La Dama Rebosante. Una abeja maya, como fue llamada. Residente de una casa de espejos proyectados en el universo...

Los niños, que escuchaban el relato, no lo eran más. Eran ahora, después de concluida la narración, lo que siempre fueron. Almas flotando en espera de su nacimiento. La raza humana tenía ya muchos siglos de haber sucumbido, y el inicio de una nueva era estaba a la puerta de la creación.

Desde el infinito, Labriegastro observaba paciente en la resonancia de su ronquido eterno.
Ronquido que arrulla todo lo que se ve y lo que está por verse.

Observando, cómo un mar de almas descendían como meteoros, al único lugar de la fila que resplandecía lleno de colores verdes y azules. Lugar donde seguirán sacrificando inocentes...







Oct. 2012

5 comentarios:

  1. jaja... Carlos ,, es largo, sip
    te dejo mi saludo de buenos días y un poco más tarde te leo... te leo bien,.... vale?
    Un beso ( y buen día)
    --- disculpa mis neuronas aún duermen, después de viajar toda la noche .... hacia otro hemisferio ....

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  2. Es curioso lo que dices, hay textos que aún sabiendo tras haberlos parido que no serán entendidos, les tomamos cariño porque en nuestro fuero interior están marcados de nuestras propias metáforas.

    El mundo es un caos, y la vida en él tendrá un fin irreversible más allá del tiempo,y de todos los tiempos.

    Besos, Carlos.

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  3. Vuelvo ahora de tarde ... no es el peor cuento... es un caos un girigay ... divagaciones que solo tu conoces y les das forma y sentido y lo que sale de las entrañas jamas es malo porque es auténtico

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  4. Se me hace un poco complicado opinar, tengo quince minutos de estar pensando que poner y la verdad no puedo.

    Creo que realmente es un cuento explosivo que te hace imaginar mil cosas, es como el bing bang o algo así.

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  5. Alucino con tu imaginación.
    Es explosiva, portentosa, asombrosa.
    No hay que opinar sobre el cuento.
    Hay que disfrutarlo.

    Saludos.

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Agradezco tus comentarios.