la infancia se convertía en sinónimo de combatiente.
¿Y a esas izquierdas es a lo que se apuesta?
¿O es que para ser intelectual
hace falta tragarse las mentiras de igualdad?
Hasta donde yo recuerdo
siempre se luchó por la justicia
pero ésta a través de la historia,
fue secuestrada por sátrapas
vestidos con el traje de moda.
Todos luchando por llevarse la copa a casa
como si se tratase de un juego de fútbol.
El hombre de negro
pidiendo asistencia a sus vigilantes guardalíneas.
Seguí andando, orgulloso;
la aventura entonces,
opacaba a la duda
pero la duda fue ganándole pie a mis andares,
alejándome de conversaciones cotidianas.
El sol, continuaba en su caminar repetitivo
alzándose como lanzado con honda
sobre una quimera
donde todo se edifica ayudado por arquetipos.
No, no se levantaba,
era el mundo que llevaba rato dando vueltas
y en cada rotación,
la vida.
El pintor, reuniéndola y dibujando un cuadro.
El escritor, embriagado de imágenes,
impregnaba en etílicos alientos sus letras alcoholizadas,
añejadas.
azucaradas,
con su mirada fuera de este mundo,
viajando a donde el escultor,
erguía un monumento abstracto,
formas irregulares y locas
de vidas sin sentido,
deslizándose por un tobogán ilógico
lleno de flores a sus pies,
pues son lugares de eternas primaveras,
llenas de abejas polinizándolas.
Zunzunes,
zumbidos de notas bajas,
que el músico le arrancaba a las profundidades
donde todo apesta,
donde los demonios hacen orgías del dolor,
donde siempre hay espacio para nuevos visitantes,
donde el alma, convierte la tragedia en arte
y el arte subjetivo y utópico
levanta al sol.
Ese mismo sol del cual el artesano
se aprovechaba para sacarle el centelleo a los diamantes,
desde la isla de los zunzunes y el caimán dormido.
Conseguí una entrevista de trabajo y me preguntaron que quería ser. Una caricatura, respondí. Como es de suponer no me dieron el trabajo; sin embaro, ya para salir del salón el entrevistador me llamó por mi nombre y me preguntó, porqué. Sonreí y salí.
Me fui pensando, las caricaturas aguantan con todo y por eso son eternas.
Debo advertir que éste es el peor cuento que hasta hoy haya escrito. Habrá quien me entienda. Y es tan malo que me pone en un conflicto, le quiero pero además no se que hacer con él... Es un poco largo pero tampoco lo es para tanto.
Cuentan
qué...
...Vivía encerrado en el silencio sin permitir que el ruido
circundante le aturdiera. Ruido tan primitivo que aún permanecía inaudible. El
ruido sin sentido ni dirección, es caos peligroso. Así que, para contenerlo,
permanecía inmóvil en su crisálida taciturna, colgado de ramales inimaginables
sin tiempo ni peso ni forma, un gajo en el fruto de las eternidades.
Estaba ..sin pensar.
De alguna manera, ese ruido insurrecto, consiguió penetrar la
fortaleza...
-Mientras más largo es el silencio más la energía que
acumula, pensaba en su sosegado embrión. Sin darse cuenta, aquel primer alumbrón,
ruido silencioso, conspirador; llevaba en sí, la trapisonda de la creación que
rompía en consonancia, dando paso al fragor...
Sonríe, el flash…
Todo sonido se encarrera como empujado por una imagen y toda
imagen converge en el recorrido que un sonido lleva desde el pabellón hasta el pabellón…
¡Fusilarle! Ha roto con el silencio...
Entonces sucedió. Sin explicar cómo, cuentan que salió del
capullo a caminar en la nada. En la fase comatosa del tiempo. Como monje de
futuros templos que en sus misterios, terminarían un día por volverse antiguos
junto a la práctica de aprender a dar pasos silentes, al caminar sobre papel de
arroz sin romperlo.
Roto el voto de silencio el cielo nocturno se llenó de
arrocitos en un estornudo. Y, al igual que una luz tenue es un sol en la
absoluta obscuridad, el primer sonido de la historia fue un estruendo que se
alargó en un sin fin de ooooooooooooooo... Como túneles vacíos formando
universos.
-Pactar con el nahual del arroz y de los aguales que le
sustentan. La nada estaba caliente, cocinándose en el horno de la creación, con
relleno de arroz...
Suspiró. -Aguales montados sobre cometas...
El arroz creció iluminando la nada. No se sabe de dónde
brotó. Un día asomó y ya era conciencia. Nació en silencio. Con el
entendimiento de las cosas, también nacieron las diferencias. Llegó, haciéndose
llamar conciencia.
Fue entonces llamado Labriegastro...
Manojitos que antes eran Manojos. Manojos que habían sido
puñados. Como desprendiendo maíz de la mazorca y separando los granos en
montoncitos de diez en diez medidas, de cinco en cinco, y de uno en uno... Granos
que las polillas etéreas iban comiendo, digiriendo y convirtiendo en polvo para
hacerlos ínfimos promontorios de tiempo. La conciencia le dio a las eras el
nombre. Nombre de tiempo le dio. Contándola en puños de veinte en veinte. La
explicó a secretitos en el corazón de la nueva bestia, la que gracias a los
aguales y mucho después del arroz, apareció diciéndose llamar Hombre que como
pudo entendió el concepto y lo fue puliendo. Criatura que todo lo hizo suyo. Desde
que se dio cuenta que ya tenía conciencia. Todo su entorno a merced de sus
caprichos. Desde que se dio cuenta que todo era maleable y dúctil como la
arcilla. Todos sus sufrimientos y sus luchas. Todos sus sueños y proezas. Desde
que se dio cuenta de la dimensión de los sentimientos. Todos los creadores. Todos
los imaginados e imaginarios. Desde que se dio cuenta de su vulnerabilidad. Todos
los aparecidos y desaparecidos. Desde que se dio cuenta de cómo asustar. Todas
las incógnitas. Desde que se dio cuenta que no hay dos almas iguales. Todas las
vastedades. Todos los caminos. Desde que se dio cuenta del horizonte. Todas las
historias. Todos los mitos. Todos los temores. Desde que se dio cuenta que hay
un más allá. Todos los despertares, todos los anocheceres. Desde que se dio
cuenta que un escarabajo empuja al Sol. Todas las vigilias. Desde que se dio
cuenta de otras realidades. Todos los padres, todos los vástagos, todos los
parentescos. Todos, todos, todos. Hasta todos los nombres. Todos para uno y... Sólo
lo propio dejó de ser para todos. Desde que se dio cuenta del tiempo.
Así, fue llamado Labriegastro...
Porque de su silencio nacieron los astros y de ellos una gran
mariposa de luces. Astros que celan misterios. Así lo entendieron los bedeles
de la conciencia. Fue el hombre (que vino al mundo como quien dice ciego),
quien le bautizó con ese nombre en su incapacidad de alcanzar a ver la verdad;
cuando una noche sorprendido, intimidado, sintiéndose inerme al ver aquella
grandeza, cerró la boca para tragarse el hallazgo. Haber descubierto un cielo
plagado de estrellas. Siendo tal la impresión que no alcanzó a digerir el
bocado de conocimiento. Estrellas que como luceros fugaces entraron en sus
almas a través de los ojos, ventanas por donde todo entra y todo se escapa. Los
ojos son la atmósfera de la conciencia. Estrellas que siempre le acompañaron
aún antes de conjeturar y que en su fulgor, eran confundidas con un parpadeo o
con una boquita que intentaba decir algo.
Labriegastro! Fue el nombre que escucharon desprenderse de
esas bocas afásicas que durante sus noches compartidas, en vela, intentaban
decir algo. Casi como en clave morse. Labriegastro! Labriegastro! Labriegastro!
Labriegastro! Labriegastro! Repitiendo y repitiendo hasta el día de hoy,
mencionándolo como canto de los tiempos, entre profecía y profecía. Labriegastro,
el labriego de los astros.
La consciencia se mordía los labios al ver la ineficacia de
sus lenguajes; imágenes, antes de ser sonido.
...Las imágenes suelen tener el defecto de ir acompañadas de
imaginaciones.
Su poesía no es cosa de hombres, su política dejó de serlo
para convertirse en acción. Por tal razón no fue llamado ni Poetastro ni
Politicastro. De enterarse que ya tenía nombre, quizás congenie con su
historia. Más, cuando nació el sexto de sus hijos, de un golpazo pulverizó
varios puños de astros que tenía por manos. Soltó escombros que fueron a dar
por todas partes como proyectiles y fuegos artificiales causando gran
pandemonio en la inmensidad de sus dominios, un campo sin principio ni fin. Cueva
inmensa de brillantísimas joyas sin precio. Orden recién establecido. Joven
universo de muchos millones y millones de tiempos. Cuando el hombre aún no
había aparecido. -Los niños escuchaban atentos.
Se incorporó, y de los escombros formó los anillos que
coronan desde entonces al sexto de sus engendros. Mientras lo coronaba,
apretaba los dientes, arremetía contra sus mandíbulas, miraba hacia arriba como
profetizando en la aparición de un cielo venidero que para entonces no era más
que la nada, nada que nada en la nada. Un vacío tan vacío que empezó a chuparlo
todo para empezar a llenarse. Tal fue su enfado que sus ojos perdieron pigmento
quedando azules como ese cielo viajero de milenios, que pinta un camino de luz
durante el día y otro de obscuridad por la noche. Volvía a apretar los dientes,
una tronadera de chispas salía del carbón de la noche, disparadas a caminar por
esos campos de la inmensa nada, inmensidad que empezó a ser plagada de astros y
más nada, de incertidumbre y nada más, de más nada que la nada inmensa que a
pesar de llenar y llenar termina siempre siendo nada. Donde las conjeturas
nadan en la nada. Nada porque la conciencia lo sabe todo pero nada revela, a no
ser gotas extraídas del mar de los misterios. Por tal razón es nada que nada en
la nada. Y de ahí, sólo la creación, ...navegante.
Así las chispas se fueron enfriando y creciendo para formar
cometas provistos de la saliva eterna.
Algo más que algo debió ser aquello...
Un no sé qué, que atrae multitudes y multitudes de
multitudes, como plagas que arriban sin dar aviso.
A dar a los confines fueron los cometas. A revotar en la nada
invisible que en realidad tiene algo.
Algo más que algo.
Como cosa de locos, fueron y vinieron, a engendrar hombres,
bestias. Flora y fauna. Un hermafroditismo tridecasílabo que evidencia la vida,
la recicla, la transforma. Se hizo el primero de los conjuros:
...Dulce y amargo su beso de
melancolía
Abre camino por la eternidad viajera
Fuerza maleable que en el universo
impera
Es por amor que nunca muere la noche
o el día...
Labriegastro que miraba a través del principio y el fin,
dejando a su entendimiento nada oculto, anticipándose, vio a los futuros
hombres celebrar rituales con flautas y tambores, para callar el llanto de los
niños que iban a ser sacrificados en tributo de su sexto engendro.
Por eso rompió en chispas de ira y pulverizó un puñado de
astros...
Nuevamente la conciencia quedaba impotente. El lenguaje de
imágenes debería ser entendido por la totalidad, aún así resultaba casi
ininteligible, incognoscible. Casi insondable. Burlescamente sibilino. El nuevo
hombre, el hombre nuevo, al discernir en que su creación fue la consecuencia de
un evento caótico, se atemorizó de tal manera que adelantándose a su destino
(porque hasta al destino hizo suyo), decidió pagar tributo al sexto engendro, a
aquel que devora a sus hijos y tiene la corona de anillos, ofreciéndole
infantes que recién llegaban al mundo. Puros. Limpios. Pensaban que de no
hacerlo, el mundo acabaría.
De conjuro en conjuro se fue formando la historia...
Figurante y engañosa es esta quimera
Del sueño extraviado que va y viene latente
Castidad varada del triste sueño
espera
Trompeta de gélida muerte es
aferente
Acostaron al ocho para solapar aquello que todo está en los
designios del infinito: -Émulo a la profecía que habla del hijo que destrona al padre.
Un evento recae en otro...
Y, para opacar aquel aciago suceso, en medio de la
destrucción, dio desahogo a la vida, la anchura necesaria; enquistándola, junto
con la conciencia, en el cogollo de las bestias que en su momento, llegaría a
entender la grandeza de los cielos en medio de sus propias confusiones y
contradicciones, puestas con ese propósito.
...Cubierta por ceras de azul capullo
Resguardo de muchas vidas tu seno
Incondicional muestra tu amor pleno
Ofreces a manos llenas tu arrullo...
...Y dicho así, la ubicó tercera en la fila de ocho a la que
sería cuna de la raza humana. La Dama Rebosante. Una abeja maya, como fue
llamada. Residente de una casa de espejos proyectados en el universo...
Los niños, que escuchaban el relato, no lo eran más. Eran
ahora, después de concluida la narración, lo que siempre fueron. Almas flotando
en espera de su nacimiento. La raza humana tenía ya muchos siglos de haber
sucumbido, y el inicio de una nueva era estaba a la puerta de la creación.
Desde el infinito, Labriegastro observaba paciente en la
resonancia de su ronquido eterno.
Ronquido que arrulla todo lo que se ve y lo que está por
verse.
Observando, cómo un mar de almas descendían como meteoros, al
único lugar de la fila que resplandecía lleno de colores verdes y azules. Lugar
donde seguirán sacrificando inocentes...